Carolina Yuste: « Nadie es tan guapo como en las series, es absurda la normatividad en las ficciones españolas »
Carolina Yuste: « Nadie es tan guapo como en las series, es absurda la normatividad en las ficciones españolas »
La descubrimos hace ya seis años con ‘Carmen y Lola’ y nos deslumbró con ‘Saben aquell’. Ahora con ‘La infiltrada’,asume su primer protagonista. Una interpretación sin fisuras, de frente, que sabe a Goya, donde encarna a una policía real que en los años 90 se infiltró en ETA.
Sin cálculo, sin provocaciones vacuas, pero siempre al borde del ‘sincericidio’ en todo lo que dice y hace –un exotismo de agradecer en el ecosistema mediático–, Carolina Yuste (Badajoz, 1991) lleva desde ‘Carmen y Lola’ esperando ese papel que la sitúe en el centro de la pantalla. Y por fin le ha llegado, gracias a la complicidad de quien le dio su primera oportunidad en el cine, Arantxa Echevarría. Una directora versátil, capaz del oficio y de la autoría, que dirigió su primera película con 50 años y que según Yuste ha hecho « un ejercicio de confianza brutal al atreverse a darme este personaje y defenderme ante los productores, porque honestamente, creo que muchas veces a la hora de abordar los perfiles en este país somos bastante prejuiciosos y yo de entrada no daba el perfil. » Una cuestión que aborda, como todo, sin morderse la lengua, la de que « la normatividad en las ficciones españolas es absurda », afirma. « Nadie es tan guapo como en las series », o en ocasiones no le han dado un papel porque no es una actriz con el perfil de portada en revista femenina.
Da la sensación en su forma de abordar los personajes de que no conoce el miedo. ¿De dónde le nace ese coraje?
Todo el mundo tiene algún miedo y yo no soy la excepción, pero creo que el coraje es algo que he mamado de las mujeres de mi familia, de mi raíz. Mi abuela era una mujer con mucho coraje. De niña se vino de la Línea de la Concepción a Badajoz y era una mujer que no sabía leer ni escribir, pero sacó a su familia adelante. Mi madre también ha hecho un viaje vital enorme. Y luego, si pienso en mí, en todo el acoso y las agresiones que sufrí en el cole y en la adolescencia… Desgraciadamente, falta mucha empatía y nuestro sistema educativo se basa mucho más en aprender materias que en aprender a saber quién eres. He tenido que defenderme sola muchas veces y puede que el coraje también me venga por ahí…
¿Por qué cree que la chica de Logroño a la que interpreta fue la elegida para infiltrarse en ETA?
En el guion se dice varias veces que es una chica que no sobresale, que no llama la atención, pero a la vez es muy inteligente y esa capacidad de pasar por debajo del radar es una de sus mejores bazas. Probablemente tuviera ese tipo de personalidad observadora, de las que escuchan más que hablan.
Esta mujer no se quitó la máscara ni un día durante ocho años. ¿No le parece que debió de ser algo agónico o esquizofrénico para ella?
Tengo que aclarar que esto son suposiciones, porque por desgracia no hemos podido acceder a ella, pero si yo me pongo a especular, si me pongo en su piel, imagino que en algún momento su vida se convertiría en aquello que hacía y vivía porque…, ¿dónde está el límite entre lo que estás haciendo y lo que realmente haces? ¿Quién eres? ¿Cómo distingues los vínculos auténticos? O sea, yo estoy convencida de que en algún momento tuvo dudas.
Tenemos entendido que una de las personas más afectadas cuando se desveló su auténtica identidad fue la chica que se consideraba su mejor amiga.
Es que ella no solo engaña al comando Donosti, sino que se crea toda una vida en San Sebastián. Había gente que no tenía absolutamente nada que ver con el conflicto y con los que ella se relacionaba, personas que fueron sus amigos, sus parejas o sus rollos. Todo el mundo la conocía. ¡San Sebastián es tan pequeño que cuando buscaron a alguien para que me diera clases de tango resultó que era el mismo que se las había dado a la verdadera Arantxa! Por él supimos, por ejemplo, que a ella le gustaba mucho salir a bucear.
Nos ha explicado Arantxa Echevarría que le dijo que sí al personaje cuando todavía no había ni guion…
Confío en Arantxa Echevarría plenamente porque trabajando es como en la vida. Es clara, es transparente, a veces es más bruta que un ‘arao’… y muy buena gente también. Para mí es una mezcla divina porque al igual que ella es directa, te permite ser directa a ti también.
Nada que ver con la figura del director en su pedestal.
Es que para mí, el halo de la figura del director como un ser humano jerárquicamente superior y con esta cosa de medio genio perturbado por el arte… yo es que con ese narcisismo no puedo. Estoy convencida de que cuanto mejor persona eres, mejor actor, actriz o director eres.
¿Cree que de alguna manera las dos, Arantxa Echevarría y usted, son unas outsiders del sistema?
Eso me decía una amiga, que me he colado por una grieta del sistema. Lo que pasa es que tengo que reconocer que ya estoy dentro, por lo que sería tener una cara muy dura llamarme a mí misma outsider cuando tengo compañeras y compañeros que no consiguen trabajar y son buenísimos actores, entre otras razones, porque si no formas parte de la normatividad te cuesta muchísimo más acceder a un personaje. Y es que este es un oficio muy complejo y muchas veces solo las clases más acomodadas pueden llegar a él, porque si tú tienes que estar trabajando 40 horas en un bar para poder pagarte un alquiler, pues igual no puedes ni ir a un casting de la hostia ni hacerlo tranquila, o no tienes tiempo ni dinero para hacerte 200 talleres con menganito y zutanita de tal. Así que alabado sea el teatro. Porque al final siempre está ahí y funciona con otras reglas.
Últimamente la hemos visto hablar de su bisexualidad en un pódcast y en televisión. ¿Se da cuenta de que se está convirtiendo en un referente?
Hace falta hablar con naturalidad de bisexualidad. Yo siempre digo que la próxima vez no voy a hablar tanto, pero luego me tiran de la lengua y no puedo ni quiero evitarlo. A mí es que me parece muy hermoso sentir que puedo caminar por la calle o llegar a un trabajo y lo que me enamore de alguien sea su ser, independientemente de cuál sea su genitalidad o su expresión de género. Sentirme así me libera y estoy segura de que poder hablar de ello también hace sentir más libres a otras personas. Por eso no me callo.