15 Veces en que el significado de ciertas palabras en Latinoamérica puso en aprietos a los turistas

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15 Veces en que el significado de ciertas palabras en Latinoamérica puso en aprietos a los turistas

El idioma español es tan diverso y complejo que incluso puede poner en aprietos al lingüista más experimentado. Entonces, ¿cómo se las arreglan los turistas inocentes que viajan a un país en el que supuestamente hablan su misma lengua? En la siguiente lista encontrarás algunas situaciones en las que los usuarios pusieron a prueba su conocimiento sobre las distintas variedades del español.

  • Estaba hablando con un colombiano que es maestro en Gales y estaba haciendo sus prácticas en una facultad con niños con autismo y nos contó su experiencia: “Vino un chino y se puso mal, pero como yo soy practicante, no podía tocarlo, solo asistir. También una vez vino otro chino…”. Nos empezó a hablar sobre su experiencia con “chinos” y sus diagnósticos cuando trabajaba ahí. Mientras mi hermana, una amiga y yo (todas mexicanas) estábamos escuchándolo, pensamos: “Debe haber muchos niños chinos con autismo viviendo en Gales”. Tomábamos “chinos” como gentilicio, y después nos explicó que “chinos” es como se les dice a los niños en Colombia.
  • Cuando vivía en México, una vez estaba hablando con una compañera de trabajo sobre qué regalo le podría dar a mi mamá, y en eso me dijo: “Seguramente una mascada le quedaría muy bien”. Y yo me quedé pensando: ¿una mascada? No entendí a lo que se refería con esa palabra, me imaginé a alguien masticando o algo así, pero no le dije nada. Luego seguimos la conversación y caí en la cuenta de que hablaba de algo que yo conocía como “pañoleta”.
  • Cuando viví en Argentina, recuerdo que al llegar a la parada de autobuses, yo le preguntaba a la gente: “¿Aquí pasa el camión 33?”. Y, por supuesto, la gente me miraba extrañada, pues en México les decimos camión a los autobuses de transporte público, mientras que en Argentina, la palabra “camión” se refiere a los vehículos de carga de material pesado. Una vez, hasta un señor mayor me dijo: “¿Pero no te parece que es un poco peligroso que te subas a un camión?”.
  • Yo (argentina) estaba en Cuba, en un evento cultural de mucho prestigio. Hablando con gente del lugar, que también participaba en ese encuentro, comenté: “Y hoy probé la papaya, pero no me gustó el sabor”. Y todos se rieron. Luego me enteré de que allí le dicen papaya a cierta parte del cuerpo femenino.
  • Yo soy, como nos dicen en Colombia, un rolo, y en Bogotá a la herramienta de forma cilíndrica con tinta que se usa para escribir la llamamos esfero. Pues a mis 10 años me fui a vivir a Cali y a eso de las 7 de la tarde fui a la tienda de la esquina a comprar un esfero. Recorrí todo el barrio, hasta que un alma caritativa me dijo: “¿Un esfero no será un lapicero?”. Yo, desesperado de tanto caminar y con la urgencia de llegar a casa para terminar mi tarea, le contesté: “No sé, déjeme verlo”. Y sí, era justo lo que buscaba. En Colombia no es necesario salir del país para que no nos entendamos.
  • Yo soy del sur, de Tabasco, México, y por la universidad me vine al centro del país. Cuando hay una lluvia ligera en Tabasco, decimos que está “pringando”, entonces recién llegada yo les decía a mis amigos de la uni: “Ay, nooo, está pringando” o “Ay, parece que va a pringar”, me miraban raro y les tenía que explicar que era que estaba lloviendo, pero poquito.
  • Los hispanohablantes de muchos países cuando no entendemos algo o no escuchamos bien, preguntamos “¿eh?” para que el interlocutor repita. Pues en árabe egipcio, “eh” solito significa literalmente “qué”. “Amel eh” significa “¿qué haces?”, “fi eh” es “¿qué pasa?”, “takol eh” es “¿qué comes?”. Entonces muchas veces, cuando alguien se dirigía a mí en inglés y yo no le entendía bien o no lo escuchaba, decía “¿eh?”. Entonces ellos entendían que yo hablaba árabe y no inglés y me volvían a soltar todo el rollo, pero esta vez en árabe.
  • Cuando estaba buscando casa en México, recién llegada, nos llevaron a una que estaba en una esquina. En Venezuela es de lo más normal decirles a las cosas que quedan en una esquina “esquinero(a)”, entonces le decíamos a la corredora que nos gustaba “la casa esquinera”. Ella parpadeó y luego nos dijo que esquinera es algo completamente distinto en México.
  • En Argentina mi papá tenía un compañero de trabajo que acostumbraba llamar a las secretarias “pavas”, porque en Venezuela “pavo(a)” significa muchacho(a) o alguien joven o de estilo juvenil. Resulta que pava en Argentina es una especie de tetera donde calientan agua.
  • En Argentina no se puede decir “concha”, es muy mala palabra. Mi papá tenía una compañera de trabajo que se llamaba María Conchita, nombre habitual en Venezuela. Entonces solía decir que, al llegar a Argentina, había que rebautizarla como María Cascarita.
  • Cuando estaba recién llegada a México, estaba en un patio de comidas de una plaza comercial. Había unas sillas sobrantes, se me acercó un hombre y me dijo: “¿No la ocupa?”. Yo no entendía a lo que se refería. Cuando escuchó mi “disculpe, no le entendí”, comprendió que no era mexicana y me dijo: “¿Va a usar la silla?”. Ahí me cayó el veinte, como dicen aquí en el norte, que ocupar significa necesitar.
  • Hace algunos años, vine con mi papá de visita a Colombia para una Navidad. Llegamos al aeropuerto de Medellín y mi tía nos estaba esperando adentro, mientras que su esposo estaba afuera en la camioneta. Cuando finalmente tomamos nuestras maletas y salimos, mi tía estaba en crisis y gritaba desesperada: “Vamos rápido que nos partieron”. Yo miré a mi papá con mucho asombro, porque eso en Venezuela no se escucharía muy bonito. Luego nos dimos cuenta de que un parte es una multa de tránsito acá y ella estaba verbalizando el sustantivo. Cabe destacar que nos tocó irnos en taxi para la casa porque la grúa se había llevado la camioneta.
  • Estábamos esperando a mi tía en casa de otra tía para una reunión familiar y la única que faltaba por llegar era ella. Cuando la llamamos para preguntarle por dónde venía, nos respondió: “Ya vamos, es que nos cogió el taco”. Le eché una miradita a mi papá. El verbo “coger” es demasiado natural acá y se usa para TODO, y el taco en Medellín es el tráfico pesado. Básicamente, ella estaba estacionada en un trancón. P.D.: En ese viaje decidí que el tema para mi trabajo de grado sería cómo traducir regionalismos, que es como se llaman esas ambigüedades semánticas.
  • Yo soy de Venezuela, y en un viaje a Argentina, fuimos al zoológico de Buenos Aires con mi hermano. Era febrero, y hacía un calor muy intenso, así que fuimos a buscar una cachucha (gorra) a una tienda, así que cuando entramos le dijimos a la señorita que atendía: “¿Me pasas esa cachucha de allá, por favor?”. La señorita solo se nos quedó mirando con mucha confusión en el rostro. De inmediato mi hermano se dio cuenta de que tal vez habíamos dicho algo raro y preguntó: “¿Dije algo malo? ¿Qué acabo de decir?”. Y la chica, al darse cuenta de que no éramos argentinos, nos explicó que esa palabra tenía un significado muy distinto en su país…
  • Mi hermano y yo (venezolanos) estábamos en un cine en Argentina y pasamos demasiado tiempo tratando de descifrar cómo les llaman a las cotufas (palomitas de maíz) aquí y empezamos a hacer nuestras apuestas: “¿Palomas?, ¿maíz inflado?”. Ya resignados a pasar vergüenza por no saber cómo se llamaban, nos acercamos a la dulcería y nos dimos cuenta de que su nombre estaba escrito muy grande en los pósteres que anunciaban los combos: “Llévate un combo de pochoclo con Coca”. Nos empezamos a reír como locos, porque nosotros ya nos habíamos armado 50 mil teorías de cuál podría ser su nombre, cuando la respuesta había estado en nuestras narices todo el tiempo.

¿Alguna vez tuviste una experiencia similar en la que las palabras que dices con naturalidad en tu país sonaron extrañas en otro? ¡Compártelas en los comentarios!

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